por Virginia R.
No sé si Lupita influyó en mi estado de ánimo o yo sola empecé a sentir tensión. Sí estuvo grueso el viaje a Nuevo Laredo. Cometimos varios errores: tomar fotografías, preguntar por la plaza de toros, Lupita y yo éramos las únicas que sonreían y carcajeaban en la ciudad. ¿Quiénes eran los de las franelas rojas? ¿Quiénes eran los que hablaban por walkie talkie? Todos usan Nextel, una línea difícil de rastrear. Había un sinnúmero de camionetas grandes con vidrios polarizados y blindados. ¿Por qué había dos mujeres preguntando cómo llegar a la plaza de toros? Era un martes en la tarde. No había corrida de toros y la plaza está en lo despoblado. Los cadáveres son arrojados en lugares públicos como la rotonda o la Presidencia Municipal o la plaza de toros. Mañana sigo. A dormir ahora.
Hacía frío. Aborrezco sentir frío. Me conozco bien y no olvide llevar mi abrigo color verde feo pero me cubre del frío. ¿Qué más puedo pedir? Me sorprendió que Lupita no llevará nada con que taparse del frío. Bueno, yo siempre siento frío y eso no quiere decir que los demás sean tan anormales como yo. Lupita y yo nos fuimos el lunes en la mañana a Nuevo Laredo. Llegamos a Laredo en la tarde. Nos fuimos muy tranquilas. Salimos tarde, como las 9:30 de la mañana. Como siempre, ella y yo platicábamos contentas; ella y yo siempre la pasamos bien. ¡Platicamos tan a gusto todo el tiempo! Lupita me hablo de la conferencia en la que participara el próximo año en La Paz, Baja California. Dijo que quería fotografías de la frontera norteamericana con México. El argumento de Lupita es que la economía en la frontera norteamericana está creciendo. Tal vez pero yo sólo veo el mismo tipo de construcciones: restaurantes, gasolineras, etc. En el valle del Río Grande, todos los pueblos fronterizos son iguales. Bueno, Lupita y yo paramos en Mercedes, San Juan, y McAllen y tomamos varias fotografías. Llegamos a Rio Grande City y tomamos varias fotografías del lugar. Siempre se me ha hecho un lugar perfecto para tomar fotografías. En Roma, Texas paramos en Pizza Hut a que Lupita comiera. Tomamos fotografías en Roma, Texas. Le tomé algunas fotografías a los migra. Los tíos estaban muy tranquilos platicando. Me gusto mucho la imagen que vi del Río Bravo. ¡Qué paisaje tan lindo! Claro, tomé fotografías. Nos fuimos caminando tomando fotografías del pueblito. Llegamos al puente. Tomamos tantas fotografías como pudimos. De repente Lupita dijo, “¡Vamos a Miguel Alemán”! Dudé por un momento pero accedí con ella a ir a Miguel Alemán. Mientras cruzábamos el puente, tome varias fotografías. Cruzamos a Miguel Alemán y bajando el puente al lado mexicano, yo le iba a tomar una fotografía a Lupita. Un chico en bicicleta me dice algo al oído y no lo entendí pero dijo algo sobre fotos. Inmediatamente nos sentimos incómodas. Caminamos por las calle pero no íbamos contentas. Sentíamos una tensión que nunca antes habíamos sentido. Tomé dos o tres fotografías más pero ya no nos sentimos bien porque en una de esas ocasiones, una vendedora de la calle mencionó cámara. Sí atrajimos la atención de adultos y niños y quién sabe quién más. Me dio miedo y sin sentí una vibración muy fea. Se respira un ambiente muy diferente de Miguel Alemán a Roma, Texas. Incluso, se siente más miedo en Miguel Alemán que en Reynosa o Matamoros. En Reynosa nunca sentí tensión o miedo. En Matamoros tampoco he sentido eses miedo. ¡Qué diferencia! ¡No entiendo! ¿Cómo es posible que algo como tomar fotografías a un sitio como Miguel Alemán llamé tanto la atención de la gente? ¿Por qué tener miedo? Seguimos nuestro camino a Laredo, Texas. Platicamos muy divertidas pero mientras yo conducía, Lupita buscaba hospedaje en Laredo. Me hablaba de un hotel en Nuevo Laredo. Lupita incluso sugirió dormir en Nuevo Laredo. No, yo no quería meter mi carro a Nuevo Laredo. Llegando a Zapata, Texas, paramos en McDonalds y Lupita pudo hacer reservaciones en un hotel en Laredo, Texas. Llegamos a nuestro destino. Fue divertido parar en H.E.B. La pasamos bien platicando. Comentamos nuestras impresiones mientras caminábamos por Miguel Alemán. Hablamos de lo mismo: los chismes, nuestros amantes, nuestros amigos. Acordamos que al día siguiente, en Nuevo Laredo, no mencionaríamos la última letra del abecedario (zeta), o a ningún tema sobre el narco. Nuestra plática serían nuestros amigos. Al día siguiente amanece muy frío. Fuimos a Wal-Mart y ella se compró un abrigo, unos guantes. Yo me compré unos guantes. Nos fuimos a Nuevo Laredo. Reímos, platicamos y estábamos muy bien. Ya sabíamos que queríamos ir a la plaza de toros y la rotonda. Todo iba bien. ¡Increíble! Queríamos tomar fotografías y no lo hacíamos. “El diablo nos tentaba”. Desde el principio nos dijeron que no sacáramos fotografías. ¿Por qué? ¡Cómo es posible que no se puedan tomar fotografías a un pueblo como Nuevo Laredo? ¡Es un pueblo como cualquier otro! ¿Qué pasa en México? Caminamos y llegamos a la rotonda. Lupita tomó fotografías y entramos al restaurant. Después de comer, Lupita preguntó a la mesera cómo llegar a la plaza de toros. Luego Lupita pregunto a un grupo de personas y finalmente preguntamos a una pareja que venía de la calle que nos llevaba a la plaza. Ella había querido preguntar a un tipo que hablaba por celular. Ese mismo tipo lo volvimos a ver cuando regresábamos aprisa y muertas de miedo. El seguía hablando al celular. En nuestro camino a la plaza, Lupita se empezó a poner nerviosa cuando pasamos frente a una casa y había como tres tipos al frente de la casa y dos tipos al techo. Yo ignoré su nerviosismo. Había también un tipo trabajando por un árbol. Yo no me puse nerviosa hasta cuando nos acercamos al ferrocarril. Había dos tipos en los muros del puente. ¿Qué diablos hacían? Yo no sé pero no me gusto verlos allí. Casi al llegar al ferrocarril, Lupita pregunto a dos niños cómo llegar a la plaza de toros. Era un lugar baldío. Las casas más cercanas estaban lejos. Había hombres en los rieles. Algo de mí quería seguir. ¡Ya habíamos llegado tan lejos! Lupita decidió volver. Bueno, me vine aunque yo quería seguir. Tenía miedo pero tenía más deseos de seguir. Caminamos por la calles de regreso. Se hizo largo el camino. Perdimos el frío inmediatamente. Sentíamos calor. Lupita me lo dijo varias veces que hasta sintió calor. Yo ya no sé si fumaba por nerviosismo o porque quería fumar. Lupita sólo fuma en las noches o cuando tiene frío, pero tenía calor y seguía fumando. Por todo el camino había hombres con franelas rojas. En el Pollo Loco Restaurant, Lupita entró al baño y mientras yo la esperaba a que saliera, un tipo raro y feo se me quedaba viendo. Fue saliendo del restaurante que vimos a un tipo con chaqueta negra caminar tras nosotras. Luego un tipo con un radio nos pasamos. Lupita y yo cruzamos la calle. Habíamos perdido de vista a uno. Lo vimos minutos después caminar y cuando se adelantó, Lupita y yo seguimos nuestro camino. El tipo se volvió a detener. Lupita y yo detuvimos nuestra marcha. Lupita, que no es muy creyente, dijo que en ese lapso que estuvimos paradas en la calle, rezó el Ave María. No le dije nada a Lupita pero estábamos allí paradas y sentí que podíamos llamar la atención. En realidad sólo teníamos una opción, seguir caminando. Sí dio miedo. El camino de regreso quedo más claro. Vimos todo lo que no habíamos visto cuando llegamos. Siempre nos notaron. Vimos hombres grotescos con franelas rojas. Eran grotescos y no por feos sino por el miedo que inspiraban. Alguna función tienen estos hombres. Yo a todos los vi cerca de estacionamientos, gasolineras, etc. O sea, todos estos hombres con franela roja, estaban cerca de sitios donde había carros. En ese camino tan largo, vimos tres carros transportando soldados. No olvido la imagen de uno de esos soldados. Venía en el primer carro. Estaba parado y traía un arma enorme. ¿Estaría listo para disparar? ¿Qué puedo decir? Yo tenía miedo. Tuve miedo desde que salí de Miguel Alemán. No le dije a Lupita que me daba miedo ir a Nuevo Laredo. ¿Por qué fui? ¿Por qué no ir? Día a día viven en Nuevo Laredo y en todo país mucha gente: niños, hombres, mujeres, ancianos, etc. y allí están. Todos los días sobre viven una lucha estúpida porque existe y ha existido un gobierno corrupto e inservible. Tuve miedo pero siento que Lupita tuvo más miedo. Tal vez es más consiente que yo sobre el peligro que nos rodeaba. Lupita dijo que aunque la calle estaba llena de gente pero estábamos solas, muy solas. Nadie nos hubiera visto…éramos invisibles. Caminábamos y caminábamos y yo tenía miedo que nos siguiera. Incluso cuando cruzábamos el puente, yo seguía sintiéndome tensa, con miedo y pensando que alguien nos seguía. Yo no sentí calma hasta que dejamos el cruce y estábamos en el centro de Laredo. Es increíble el miedo que se siente. Mientras cruzábamos el puente, pensé que no debía visitar a mi sobrina más. Si me estaban siguiendo, quién fuera iba a saber dónde vive mi sobrina y después le podrían hacer daño a ella y a su familia. Las dos nos tranquilizamos mucho Laredo. La verdad yo no deje la tensión tras mí hasta que estaba completamente del lado norteamericano. Nos sentimos tontas y que arriesgamos la vida de una manera sin sentido. Tal vez fue el miedo que sentí al regreso, pero sí me sentí observada. Nuevo Laredo es una ciudad muy poblada y me parecía imposible que la gente se diera cuenta que no somos locales. Sí saben. Es increíble como esta gente nota a los locales y a los foráneos. ¿Volver a Nuevo Laredo? ¿A qué? ¡Yo no vivo en ese lugar y sentir esa tensión tanta tonta que no se puede ni hacer algo tan pendejo como tomar fotografías! ¿Qué pasa en México? ¿A quién le importa? ¡Pinche gobierno pendejo! Bueno, la verdad es que no existe gobierno en México…falló.
A nuestro regreso, Lupita sugirió fuéramos a la Presa Falcón. Yo nunca había ido y me pareció buena idea pero aún estábamos como a 60 millas de distancia. Fuimos buscando el camino a la presa. Primero encontramos un camino terroso. Ese ha de ser uno de los múltiples caminos a la presa. Me gusto el paisaje. Esta es una región semiárida pero le veo un encanto muy especial. Como es una calle de tierra, los rebotes que hacia el carro se sentían más fuertes. Parecía que iba a exceso de velocidad. Lupita decidió tomar video con su cámara. A lo lejos vimos el lago. Nada. Y seguimos el camino y nada. Creo que nos entró miedo a Lupita y a mí. No sentí que nos pudiera atacar alguien. En Corea, me daba miedo cuando mi amiga y yo estábamos en calles solitarias; allí era por no poder hablar el idioma. Acá el miedo era porque aún estaba impresionada por el viaje a Nuevo Laredo. Nadie nos iba a atacar. Se para el auto, ella y yo traíamos celular. No me sentía totalmente bien emocionalmente. Regresamos al camino y pudimos encontrar el camino pavimentado y seguro a la presa. No llegamos al puente. Pensamos que habíamos dado una vuelta incorrecta. Nos detuvimos en un sitio en el que había algunos autos y casas. No sé que sería pero sí sé que era territorio federal. No pues allí no entro. Tomamos algunas fotos y se nos acerco uno de los empleados. El nos explicó cómo llegar a la presa. Nos dijo que si traíamos pasaporte hasta podíamos cruzar la aduana y para en la presa a verla. Eso hicimos. Llegamos a la presa y paramos a ver y tomar fotos. Mi cámara no me ayudo. Saqué unas fotografías bastante feas. Lo peor de lo peor es que era una noche helada. (Bueno, exagero. La noche en la carretera en Busan, Corea del Sur era muchas veces más fría.) Al pasar por la inspección a la vuelta, el agente preguntó si habíamos ido a México. ¡Ni ganas! Ese día sólo vuelvo a México si me hubieran dado de antemano un millón de dólares. Me gusto parar en la presa aunque casi no baje del coche. (Tenía mucho frío.) El resto del regreso fue tranquilo. Platicamos y platicamos y platicamos. No sé si decir que le tengo miedo a Nuevo Laredo. Aunque es un pueblo feo, me gusta tanto México y su ambiente que le vi encanto pero ese encanto se convirtió en miedo y coraje y desilusión y tristeza y…bueno. Le pregunté a mi sobrina si ha ido a Nuevo Laredo. Ella dijo que nunca. Es menor de edad y por el problema que tiene con su mamá no puede ir. Le pregunte si ahora que cumpla la mayoría de edad irá. Dijo que sí. ¿Y por qué? Bueno, allá vive mucha gente buena y ellos no pueden salir. Ella irá. Allá vive mucha gente buena…
Leyendo hubo momentos de risa, seguramente fue porque apezar de vivir en Nuevo Laredo.. he sentido lo mismo al entrar a mi cuidad. NO TE ACOSTUMBRAS, aunque, te enseñas a observar mientras caminas. saludos, desde Nuevo Laredo!
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